Si se
acuerdan, la semana pasada toque brevemente el punto de ser pacientes. La razón
porque les hable brevemente acerca de ese tema es porque la gran realidad es
que la mayoría de nosotros, sino todos, somos impacientes en cuanto a las
cosas. El problema está en que nuestra
impaciencia en casi toda ocasión nos conduce a tomar determinaciones y/o formar
opiniones que no edifican sino que suelen conducirnos a problemas y
dificultades.
No estar
dispuestos a esperar en Dios,
en casi toda ocasión nos aleja de Su perfecta voluntad
y nos conduce al sufrimiento. La impaciencia nos conduce a problemas que bien
pudiesen ser evitados, y esto se aplica a todo aspecto de nuestra vida. Es por
eso que en el día de hoy deseo que estudiemos más de cerca la paciencia, quiero
que exploremos ésta virtud que suele escasear en la vida de muchas personas.
Pasemos ahora a la Palabra de Dios que estaremos utilizando en el día de hoy.
2 Pedro
1:3-8- Como todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido
dadas por su divino poder, mediante el conocimiento de aquel que nos llamó por
su gloria y excelencia, 4por medio de las cuales nos ha dado preciosas y
grandísimas promesas, para que por ellas llegaseis a ser participantes de la
naturaleza divina, habiendo huido de la corrupción que hay en el mundo a causa
de la concupiscencia; 5vosotros también, poniendo toda diligencia por esto
mismo, añadid a vuestra fe virtud; a la virtud, conocimiento; 6al conocimiento,
dominio propio; al dominio propio, paciencia; a la paciencia, piedad; 7a la
piedad, afecto fraternal; y al afecto fraternal, amor. 8Porque si estas cosas
están en vosotros, y abundan, no os dejarán estar ociosos ni sin fruto en
cuanto al conocimiento de nuestro Señor Jesucristo.
Como les
dije hace un breve instante, el ser humano tiende a ser impaciente; ¿cuántos
están de acuerdo con esto? Claro está en que existen algunos que tenemos más
paciencia que otros, pero la realidad es que tarde o temprano a todos se nos
agota la paciencia. Tarde o temprano llega el momento cuando no queremos
esperar más y hacemos las cosas por nuestra propia voluntad y de la manera que
pensamos que es mejor. Pero la impaciencia es uno de los problemas más serio
que enfrenta el creyente. La mayoría de nosotros aquí fuimos criados en el
mundo “instantáneo”. Fuimos criados en un mundo apurado, es como dice ese
refrán, “vivimos en la senda rápida.” Esto es la gran realidad para las cosas
del mundo, café instantáneo, sopas instantáneas, comidas congeladas
instantáneas, y riquezas instantáneas como pudiese ser un billete ganador de la
lotería.
Lo que ha
sucedido es que nos hemos acostumbrado tanto a lo instantáneo que en ocasiones
tratamos de aplicar éste estilo de vida a las cosas de Dios. Digo esto porque
en numerosas ocasiones, cuando oramos por una situación, dificultad, o
problema, si no recibimos la respuesta que esperamos de inmediato, entonces
pensamos que Dios no nos responde. Cuandolas cosas no suceden instantáneamente
pensamos que Él no nos escucha, y a consecuencia dejamos de orar, en otras
palabras le permitimos al enemigo que debilite nuestra fe y que nos derrote.
Pero debemos preguntarnos ahora: ¿deja Dios de escuchar las oraciones del
creyente fiel? La respuesta a ésta pregunta es un absoluto ¡NO! Esto es algo
que queda bien afirmado en Juan 9:31 cuando leemos: “Y sabemos que Dios no oye
a los pecadores; pero si alguno es temeroso de Dios, y hace su voluntad, a ése
oye.” Pero lo que sucede es que Dios nos responde en el tiempo adecuado, Él nos
responde en el momento exacto, no antes y no después. El problema que existe es
que en la mayoría de los casos nosotros tratamos de imponerle a Dios nuestras
agendas, pero porque nosotros somos imperfectos, nuestra agenda raramente
coincide con la agenda de Dios. .
Como les
dije, en ocasiones muchos de nosotros pensamos que Dios no nos escucha,
pensamos que Dios no está haciendo nada, pensamos que Dios se ha olvidado de
nosotros. En ocasiones nos frustramos al ver como personas que no sirven a Dios
aparentemente prosperan, mientras que nosotros que hemos escogido hacer Su
voluntad tal parece que nunca salimos adelante. Pero cuando éste pensamiento
llegue a nuestra mente tenemos reconocerlo por lo que es; tenemos que
identificarle como un ataque del enemigo.
Esto es
algo que queda bien reflejado en las palabras de nuestro Señor en Mateo
16:26-27 cuando leemos: “Porque ¿qué aprovechará al hombre, si ganare todo el
mundo, y perdiere su alma? ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma?
27Porque el Hijo del Hombre vendrá en la gloria de su Padre con sus ángeles, y
entonces pagará a cada uno conforme a sus obras...” Dile a la persona que
tienes a tu lado, no te dejes derrotar..
En los
versículos que estamos explorando hoy encontramos que se nos dice: “Como todas
las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por su
divino poder, mediante el conocimiento de aquel que nos llamó por su gloria y
excelencia, 4por medio de las cuales nos ha dado preciosas y grandísimas
promesas, para que por ellas llegaseis a ser participantes de la naturaleza divina,
habiendo huido de la corrupción que hay en el mundo a causa de la
concupiscencia.” En estos versículos encontramos como podemos vencer estos
ataques que buscan derrotarnos. Las palabras claves aquí siendo: “nos ha dado
preciosas y grandísimas promesas…” Dios en su infinita misericordia nos ha
entregado la promesa de una vida bendecida, nos ha entregado la promesa de una
vida llena de paz y gozo, nos ha entregado la promesa de la vida eterna. Pero
para poder ser recibidores de estas “preciosas y grandísimas promesas”, tenemos
que aprender a ser pacientes. ¿Por qué digo esto?
Digo esto
porque nuestra impaciencia por las cosas materiales, en la mayoría de los casos
nos conduce a endeudarnos de tal manera que perdemos nuestra paz y gozo; en
otras palabras casi no podemos ni dormir porque estamos atormentados por los
pagos que ahora debemos hacer a los acreedores. Nuestra impaciencia con nuestro
conyugue nos conduce a que perdamos de vista las bendiciones que representan, y
la paz y gozo que existe en el matrimonio; en otras palabras no podemos ni casi
dormir porque continuamos maquinando en nuestra mente una discusión o
malentendido. Nuestra impaciencia con nuestros hijos al ver como cometen
errores nos conducen a que actuemos y digamos cosas que hieren; esto conlleva a
que la paz y gozo que existe en la relación de padre e hijo se valla
desgastando de tal forma, hasta que llegue el momento cuando ellos ya no
quieren estar con nosotros. Tenemos que aprender a esperar en el Señor.
Permítanme
ilustrarles todo esto de otra manera. En ocasiones nuestro caminar Cristiano es
semejante a un rompe cabezas. ¿Cuántos aquí han armado un rompe cabezas?, creo
que una mejor pregunta seria: ¿cuántos aquí tienen la paciencia para armar un
rompe cabezas? Toda persona que ha armado un rompe cabeza sabe muy bien que
mientras más piezas tenga el rompe cabeza, más difícil es de armar, ¿verdad? Estoy
seguro que si ahora yo les entregara a cada uno de ustedes un rompe cabezas de
digamos 5000 piezas en una bolsa sin una imagen de referencia, muchos dirían
que armarlo seria un gran reto, ya que al no tener una imagen de cómo tiene que
lucir armarlo seria casi imposible. También estoy seguro del hecho de que por
muy bueno que alguno de nosotros seamos armado rompecabezas, ninguno de
nosotros lo podríamos armar en digamos en una hora. Armar un rompecabezas es un
proceso que lleva horas o quizás días y/o semanas dependiendo del tipo de
imagen que sea; especialmente bajo las circunstancias que les acabo de
describir. Armar un rompecabezas bajo la circunstancia que les describí seria
un proceso extenso y difícil; en otras palabras seria un proceso donde nuestra
paciencia será esencial. Nuestro caminar cristiano es de igual manera.
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