lunes, 15 de junio de 2015

Si se acuerdan, la semana pasada toque brevemente el punto de ser pacientes. La razón porque les hable brevemente acerca de ese tema es porque la gran realidad es que la mayoría de nosotros, sino todos, somos impacientes en cuanto a las cosas.  El problema está en que nuestra impaciencia en casi toda ocasión nos conduce a tomar determinaciones y/o formar opiniones que no edifican sino que suelen conducirnos a problemas y dificultades.
No estar dispuestos a esperar en Dios,
en casi toda ocasión nos aleja de Su perfecta voluntad y nos conduce al sufrimiento. La impaciencia nos conduce a problemas que bien pudiesen ser evitados, y esto se aplica a todo aspecto de nuestra vida. Es por eso que en el día de hoy deseo que estudiemos más de cerca la paciencia, quiero que exploremos ésta virtud que suele escasear en la vida de muchas personas. Pasemos ahora a la Palabra de Dios que estaremos utilizando en el día de hoy.
2 Pedro 1:3-8- Como todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por su divino poder, mediante el conocimiento de aquel que nos llamó por su gloria y excelencia, 4por medio de las cuales nos ha dado preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas llegaseis a ser participantes de la naturaleza divina, habiendo huido de la corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia; 5vosotros también, poniendo toda diligencia por esto mismo, añadid a vuestra fe virtud; a la virtud, conocimiento; 6al conocimiento, dominio propio; al dominio propio, paciencia; a la paciencia, piedad; 7a la piedad, afecto fraternal; y al afecto fraternal, amor. 8Porque si estas cosas están en vosotros, y abundan, no os dejarán estar ociosos ni sin fruto en cuanto al conocimiento de nuestro Señor Jesucristo.
Como les dije hace un breve instante, el ser humano tiende a ser impaciente; ¿cuántos están de acuerdo con esto? Claro está en que existen algunos que tenemos más paciencia que otros, pero la realidad es que tarde o temprano a todos se nos agota la paciencia. Tarde o temprano llega el momento cuando no queremos esperar más y hacemos las cosas por nuestra propia voluntad y de la manera que pensamos que es mejor. Pero la impaciencia es uno de los problemas más serio que enfrenta el creyente. La mayoría de nosotros aquí fuimos criados en el mundo “instantáneo”. Fuimos criados en un mundo apurado, es como dice ese refrán, “vivimos en la senda rápida.” Esto es la gran realidad para las cosas del mundo, café instantáneo, sopas instantáneas, comidas congeladas instantáneas, y riquezas instantáneas como pudiese ser un billete ganador de la lotería.
Lo que ha sucedido es que nos hemos acostumbrado tanto a lo instantáneo que en ocasiones tratamos de aplicar éste estilo de vida a las cosas de Dios. Digo esto porque en numerosas ocasiones, cuando oramos por una situación, dificultad, o problema, si no recibimos la respuesta que esperamos de inmediato, entonces pensamos que Dios no nos responde. Cuandolas cosas no suceden instantáneamente pensamos que Él no nos escucha, y a consecuencia dejamos de orar, en otras palabras le permitimos al enemigo que debilite nuestra fe y que nos derrote. Pero debemos preguntarnos ahora: ¿deja Dios de escuchar las oraciones del creyente fiel? La respuesta a ésta pregunta es un absoluto ¡NO! Esto es algo que queda bien afirmado en Juan 9:31 cuando leemos: “Y sabemos que Dios no oye a los pecadores; pero si alguno es temeroso de Dios, y hace su voluntad, a ése oye.” Pero lo que sucede es que Dios nos responde en el tiempo adecuado, Él nos responde en el momento exacto, no antes y no después. El problema que existe es que en la mayoría de los casos nosotros tratamos de imponerle a Dios nuestras agendas, pero porque nosotros somos imperfectos, nuestra agenda raramente coincide con la agenda de Dios. .
Como les dije, en ocasiones muchos de nosotros pensamos que Dios no nos escucha, pensamos que Dios no está haciendo nada, pensamos que Dios se ha olvidado de nosotros. En ocasiones nos frustramos al ver como personas que no sirven a Dios aparentemente prosperan, mientras que nosotros que hemos escogido hacer Su voluntad tal parece que nunca salimos adelante. Pero cuando éste pensamiento llegue a nuestra mente tenemos reconocerlo por lo que es; tenemos que identificarle como un ataque del enemigo.
Esto es algo que queda bien reflejado en las palabras de nuestro Señor en Mateo 16:26-27 cuando leemos: “Porque ¿qué aprovechará al hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma? ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma? 27Porque el Hijo del Hombre vendrá en la gloria de su Padre con sus ángeles, y entonces pagará a cada uno conforme a sus obras...” Dile a la persona que tienes a tu lado, no te dejes derrotar..
En los versículos que estamos explorando hoy encontramos que se nos dice: “Como todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por su divino poder, mediante el conocimiento de aquel que nos llamó por su gloria y excelencia, 4por medio de las cuales nos ha dado preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas llegaseis a ser participantes de la naturaleza divina, habiendo huido de la corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia.” En estos versículos encontramos como podemos vencer estos ataques que buscan derrotarnos. Las palabras claves aquí siendo: “nos ha dado preciosas y grandísimas promesas…” Dios en su infinita misericordia nos ha entregado la promesa de una vida bendecida, nos ha entregado la promesa de una vida llena de paz y gozo, nos ha entregado la promesa de la vida eterna. Pero para poder ser recibidores de estas “preciosas y grandísimas promesas”, tenemos que aprender a ser pacientes. ¿Por qué digo esto?
Digo esto porque nuestra impaciencia por las cosas materiales, en la mayoría de los casos nos conduce a endeudarnos de tal manera que perdemos nuestra paz y gozo; en otras palabras casi no podemos ni dormir porque estamos atormentados por los pagos que ahora debemos hacer a los acreedores. Nuestra impaciencia con nuestro conyugue nos conduce a que perdamos de vista las bendiciones que representan, y la paz y gozo que existe en el matrimonio; en otras palabras no podemos ni casi dormir porque continuamos maquinando en nuestra mente una discusión o malentendido. Nuestra impaciencia con nuestros hijos al ver como cometen errores nos conducen a que actuemos y digamos cosas que hieren; esto conlleva a que la paz y gozo que existe en la relación de padre e hijo se valla desgastando de tal forma, hasta que llegue el momento cuando ellos ya no quieren estar con nosotros. Tenemos que aprender a esperar en el Señor.

Permítanme ilustrarles todo esto de otra manera. En ocasiones nuestro caminar Cristiano es semejante a un rompe cabezas. ¿Cuántos aquí han armado un rompe cabezas?, creo que una mejor pregunta seria: ¿cuántos aquí tienen la paciencia para armar un rompe cabezas? Toda persona que ha armado un rompe cabeza sabe muy bien que mientras más piezas tenga el rompe cabeza, más difícil es de armar, ¿verdad? Estoy seguro que si ahora yo les entregara a cada uno de ustedes un rompe cabezas de digamos 5000 piezas en una bolsa sin una imagen de referencia, muchos dirían que armarlo seria un gran reto, ya que al no tener una imagen de cómo tiene que lucir armarlo seria casi imposible. También estoy seguro del hecho de que por muy bueno que alguno de nosotros seamos armado rompecabezas, ninguno de nosotros lo podríamos armar en digamos en una hora. Armar un rompecabezas es un proceso que lleva horas o quizás días y/o semanas dependiendo del tipo de imagen que sea; especialmente bajo las circunstancias que les acabo de describir. Armar un rompecabezas bajo la circunstancia que les describí seria un proceso extenso y difícil; en otras palabras seria un proceso donde nuestra paciencia será esencial. Nuestro caminar cristiano es de igual manera.

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