Hechos 16:6-10
INTRODUCCIÓN:
Haz está
pregunta conmigo: “¿Hasta dónde quiero llegar?”. No son muchos los que tienen
la respuesta a esta interrogante. Definir el lugar que queremos ocupar en la
vida, le da razón y sentido a nuestra existencia. Cuando estamos convencidos
hasta dónde queremos llegar en la vida, invertimos nuestro mayor esfuerzo en
lograrlo. Nuestra vida tiene un rumbo; y cuando las cosas no salen como lo
planeamos; no es fácil darnos por vencidos... ¡Tenemos esperanza!?
Si la
cuestión a responder fuera: “¿Hasta dónde quiere Dios llevarme?”,
¿tendrías la
respuesta? Responder a ello implica que mi vida está dirigida por Dios. Que yo
tengo una visión marcada por la voluntad divina ya sea para mi vida, para mi
familia, trabajo o ministerio.
Lo que
queremos hacer para Dios, muchas veces es muy distinto a lo que Dios quiere
hacer a través de ti y de mí. Esto me recuerda las palabras de Jesús a
Nicodemo: “El viento sopla de donde quiere, y oyes su sonido; más ni sabes de
dónde viene, ni a dónde va; así es todo aquel que es nacido del Espíritu” (Juan
3:8)
¿Hasta dónde
quería llegar el apóstol Pablo?¿A dónde quería Dios llevarlo? ¿Qué quería hacer
Pablo para Dios? ¿Qué quería Dios hacer a través de Pablo? Veamos a
continuación el relato:
I. PABLO
HACÍA LO QUE DIOS QUERÍA, PERO NO ESTABA EN EL LUGAR QUE DIOS QUERÍA. (vv. 6-7)
El anhelo
de Pablo era hablar la palabra de Dios. A cualquier lugar que iba compartía el
mensaje. Tu y yo podemos pensar que cualquier lugar es bueno para predicar,
para hacer la obra de Dios; sin embargo, tiene que ser en el lugar a dónde Dios
nos guíe.
Pablo le
había dicho a Jesús en su conversión: “Señor, ¿Qué quieres que yo haga?” (Hch.
9:6). El encuentro de Pablo con Cristo fue un encuentro de conversión y
consagración al mismo tiempo. En el corazón del Apóstol, no había otro motivo
más, qué hacer la obra de Dios. Esta no era la excepción; sin embargo, la
Biblia nos dice “que les fue prohibido por el Espíritu Santo hablar la palabra
en Asia” (v. 6) ¿no le parece extraño? Yo no dudo que el Espíritu Santo
quisiera la conversión de la gente que vivía en Asia, pero en el tiempo de
Dios, no era ése el lugar donde Pablo tenía que predicar. El apóstol había
escogido un lugar diferente al que Dios quería llevarlo. Aprendamos esta
enseñanza:
A. TENEMOS
QUE HACER LA OBRA DE DIOS EN EL LUGAR QUE ÉL QUIERE.
Bien
podemos hacer la obra que Dios nos manda e invertir nuestro esfuerzo en todo
lugar. Pero si no es el lugar del tiempo de Dios, nuestros esfuerzos quizás no
rindan el fruto que deberían. El confirmar el lugar que Dios quiere nos hace
pensar cuán sensibles debemos ser a su voz y que no es suficiente solo con
querer hacer, tenemos que saber en dónde lo vamos a hacer, ¿cuál es el lugar
donde yo me encuentro? y, ¿cuál es el lugar en donde Dios quiere que me
encuentre? Entonces debo saber:
B. ¿ESTOY
EN EL LUGAR QUE DIOS QUIERE QUE ME ENCUENTRE?
¿Cuál es tu
posición ahora como hijo de Dios? ¿Estás seguro que es ahí donde Dios quiere
que te encuentres? Tu puedes escoger entre el lugar que tú quieres estar y el
lugar en donde Dios quiere que estés: En el orgullo de tu voluntad o en el
centro de la voluntad divina; en el pecado o en la santidad; en la luz o las
tinieblas; en el mundo o en su iglesia; en el infierno o en el cielo; en tu
hacer o en su obra; esta decisión solo tú puedes hacerla hoy. Los hijos de
Dios, así como Pablo encontrarán siempre el lugar en donde él quiere que estén.
El salmista nos sorprende con esta afirmación gloriosa: “En lugares de
delicados pastos me hará descansar; junto a aguas de reposo me pastoreará.
Confortará mi alma; me guiará por sendas de justicia por amor de su nombre.
Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú
estarás conmigo; tu vara y tu callado me infundirán aliento” (Salmo 23:2-4)
¡Aleluya! ¿No es maravilloso estar en el lugar en donde Dios quiere que te
encuentres? Esto me da otra lección:
C. SI BUSCO
EL LUGAR EN DONDE DIOS QUIERE QUE ME ENCUENTRE EL IRÁ CONMIGO.
Yo lo sigo.
Él me guía. Y como bien lo aplica el himnógrafo: “A doquier me guíe, yo le
seguiré... a doquier me guíe, fiel a Cristo yo seré”. Hay personas que siempre
se quejan de que Dios les ha abandonado, pero eso no es verdad, porque Cristo
ha prometido estar con nosotros “todos lo días, hasta el fin del mundo”,
¡Gloria a Dios!¡Bendito sea su Nombre! Lo que tenemos qué hacer es preguntarnos
si estamos en la dirección de Dios, no sea que yo me encuentre alejándome de
él. Muchos creyentes que han flaqueado en su fe se quejan de que nadie los
busca, pero déjame decirte que Jesucristo es el que vino a buscarte y a
salvarte para que no te pierdas, ¡no te alejes de tu Salvador y Señor que es
Cristo! ¡El te ama! ¡El dio su vida en la cruz para que tú fueras salvo y
tengas vida eterna! ¡Aleluya!
II. PABLO,
EN UN PRINCIPIO, HIZO CAMBIOS A SU MANERA, PERO NO A LA MANERA DE DIOS. (v.7).
Este siervo
de Dios comprendió que tenía que cambiar el rumbo, a su manera y en su propia
opinión quisieron ir a Bitinia, pero una vez más nos dice la Escritura: “pero
el Espíritu no se lo permitió”, ¿qué es lo que estaba fallando? Algo no estaba
saliendo bien. Algo estaba fallando. Imagínese a Pablo que era obediente al
mandato divino de “ir y predicar el evangelio”, pero parecía que el Señor mismo
le estaba poniendo obstáculos. Me imagino la cara de Pablo llena de confusión
ante estas circunstancias. Pero aquí vemos que,
A. NO ES
SUFICIENTE RECONOCER QUE NECESITAMOS CAMBIAR.
Mucha gente
cristiana y no cristiana reconoce su necesidad de cambio, y lo intentan de una
y mil formas. Ellos mismos reconocen: “Mi vida tiene que cambiar”. La gente
busca a su manera “algo que pueda hacer su vida diferente”. Pablo aquí, quería
cambiar para cumplir su misión apostólica y pronto hallaría la respuesta. Pero
a ti yo te pregunto: ¿para qué quieres cambiar? ¿por qué quieres cambiar? Tú
puedes ajustar algunos pequeños detalles en tu vida, pero para cambiar tu vida
tienes que saber que no es suficiente a tu manera,
B. TIENES
QUE CAMBIAR A LA MANERA DE DIOS.
O mejor
dicho, permitir que él te cambie a su manera. La palabra “cambiar” en el NT
implica una transformación que solamente puede ser hecha por Dios (alasso,
hacer otra cosa de lo que ya se es; metalazo, cambiar una cosa en otra). “Solo
el poder de Dios puede cambiar tu ser” –nos dice un antiguo canto. El milagro
más grande que puedes experimentar en tu vida, es cuando permites que Dios te
cambie a su manera. Nadie que es transformado por Dios, vuelve a ser el mismo.
Piense conmigo: “¿cambiado yo a la manera de Dios?”. Covey, en su libro, “Los 7
Hábitos de la Gente Altamente Efectiva”, nos habla de un cambio de hábitos.
Cristo nos habla de un cambio de vida. Entendemos que el problema de Pablo no
era aquí el cambio de vida, pues él ya había experimentado el milagro del
cambio a la manera de Dios, del cual yo te hablo en esta hora. El problema de
Pablo era que no estaba tomando en cuenta a Dios para decidir el cambio que
necesitaba hacer para realizar la obra: después de la primera negación por
parte del Espíritu Santo, Pablo supone que puede escoger el siguiente lugar.
Jamás debemos suponer que lo que yo decida, Dios tiene que aprobarlo.
C.
NECESITAMOS QUE DIOS DIRIJA LOS CAMBIOS TRASCENDENTES EN NUESTRA VIDA.
Sobre todo
en la obra del Señor. Pero creo que si dejamos que Dios dirija los cambios en
nuestra vida, no dudaremos que nos ayudará a dirigir su obra. Estarías
dispuesto a doblar tus rodillas y decirle al Señor: “Jesucristo, sé que
necesito cambios importantes en mi vida y solamente tú puedes hacerlos, ¡da
dirección a mi vida en esta hora y haz tu voluntad en mi!” Es tiempo de poner
nuestra vida en las manos de Dios para hacer lo que él quiere para mi y ser
cambiado a su imagen y semejanza.
CONCLUSIÓN:
Quizás
ahora mismo te encuentras en un lugar, en un momento o circunstancia en la que
Dios no quiere que estés. Pablo recibió una visión y una palabra de parte del
mismo Señor para cambiar y corregir el rumbo de la misión que tenía por
delante. Dios seguramente quiere darte en este momento una palabra a tu vida,
un toque especial de lo alto para llevarte al lugar y al tiempo que el quiere
para ti.
Sin duda
estás consciente de tu necesidad de cambio y te has esforzado al máximo por
lograrlo, sin tener los resultados esperados. ¿Por qué no renunciar a nuestra
manera de querer hacerlo y mejor, permitirle a Dios que lo haga a su manera?
Cuando Pablo lo hizo a la manera de Dios nos dice la Palabra lo que hizo el
apóstol: “Cuando vio la visión, en seguida procuramos partir... dando por
cierto que Dios nos llamaba...” (v.10). ¡Qué seguridad vino a la vida del
apóstol Pablo! Emprendió el camino, ahora, convencido de que Dios lo guiaba.
¡Qué seguridad puede dar Dios en esta hora a tu vida! ¡Comienza ahora, hermano a
caminar convencido de que el Señor te dirige!
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